Si algo está claro en esta vida es que nadie te regala nada y si quieres algo tienes que trabajar. Yo lo tengo bastante claro, por eso no espero que mi tripa se convierta en los abdominales de Chris Hemsworth mientras me hincho a Nestlé Jungly viendo Netflix desde el sofá. Las cosas hay que currárselas.
Si existe un referente en lo que evolución y logros se refiere esa es Victoria Beckham. La británica se ha convertido en un icono en todos los sentidos de la palabra a fuerza de trabajo, carácter y dedicación y a pesar de que debido a su pasado y a su vida personal, normalmente, se infravalora su figura, se ha convertido en uno de los mayores talentos de la industria de la moda inglesa de la historia más reciente.
No solo es un referente de estilo personal por su camaleónico armario y sus cambios de peinado que han vuelto locos a más de un peluquero de mi barrio cada vez que una de sus clientas aparecía en el salón de belleza con una revista en la que aparecía ‘la Beckham’, su huella va más allá.
Todos la conocimos siendo la Spice Pija pero fue con su noviazgo con el futbolista más famoso del mundo lo que le llevo al estrellato y a su consolidación como un personaje consolidado internacionalmente. Aun así, haber formado parte de una ‘girl band’ adolescente y ser madre de unos cuantos niños rubitos, no le sirvió para convertirse en quien es hoy. Victoria ha creado una leyenda a base de mucho esfuerzo y talento.
Llegó a todos nosotros haciéndonos tararear una canción insufrible acompañada de sus cuatro compañeras y dejando huella con un estilo único y muy elegante que le hacía diferenciarse a la perfección del resto de integrantes de las Spice Girls. El grupo de pop marcó a toda una generación pero no tuvo una trascendencia temporal de más de cuatro años.
La década de los 90 le sirvió para crearse un personaje que desarrollaría poco a poco hasta ser considerada un referente en el mundo de la moda. Con un estilo moderno y femenino. Vestidos ajustados, cuellos de tortuga, cejas finas, tacones altos y una melena castaña y lisa con corte bob.
La fama de la diseñadora subió como la espuma al conocer a su actual marido con el que ha formado una familia numerosa que más que una familia parece el anuncio de primavera-verano de ‘El Corte Inglés’. Los paparazzi se mataban por captar imágenes de la pareja vestidos a juego en el aeropuerto de Madrid o paseando su amor por la ciudad de Londres. Más que una pareja, construyeron una marca y con esa marca un imperio.
El momento clave de su renacimiento estilístico fue el año 2008 cuando debutó en la Semana de la Moda de Nueva York como diseñadora de su propia firma. Un acontecimiento que contó con el posterior reconocimiento de los gurús de la industria. Los corsés y las prendas de cuero que formaban parte de su imagen de cantante, se transformaron en tejidos elegantes en colores neutros de trajes oversize y prendas de punto grueso.
Victoria dejó a un lado los minivestidos de su época como cantante y convirtió su imagen en el mejor ejemplo de ‘working girl’ con un estilo sencillo y sobrio perfecto para la mujer trabajadora.
Más de una década de triunfos después, la mujer de David puede presumir de formar parte del fondo de armario de algunas de las actrices y políticas más reconocidas mundialmente. Su paso de Posh Spice a Wag no se ha detenido en una simple etiqueta y ha conseguido reinterpretar las prendas de los armarios clásicos y transformarlos en sellos únicos de su marca.
Por todos esos motivos, considero a Victoria Beckham un icono de cultura, música y moda, una persona que ha sabido transformarse a lo largo de las décadas y que ha adaptado su gusto a cada acontecimiento. Una evolución que ejemplifica a la perfección la madurez de estilo que se adquiere con los años sin dejar de ser fiel a uno mismo. Y la representación de que con la constancia se consigue lo que se desea.