En el tratamiento que estamos dando a una fase histó-rica tan interesante como es la conquista del Imperio Azteca por Hernán Cortés, sus hombres, y sus aliados indígenas, nos corresponde hoy entrar en la formidable polémica sobre si la mejor crónica de los historiadores de Indias ?al mismo tiempo un verdadero novelista?, "La verdadera historia de la conquista de la Nueva Es-paña" de Bernal Díaz del Castillo, fue obra suya o cabe atribuirla a Hernán Cortés. En ese sentido, tenemos obras muy recientes sobre Don Hernán. Una, siguiendo los pasos de los libros clásicos, como sucede con Salvador de Madariaga e igualmente con Hugh Thomas. Mientras que las sospechas del francés Duverger sobre Bernal y Hernán siguen pendientes de nuevas incursiones. Por mucho que ya prevalezca la idea de que fue imposible que Cortés escribiera la larga y mágica crónica que por siempre se ha atribuido a Bernal Díaz del Castillo.
Los cronistas de Indias
En relación con el protagonista a quien nos referimos, en el libro que nos sirve para estos diálogos ?Hernán Cortés, gigante de la Historia?, tiene especial interés caracterizar las dos fuentes más utilizadas por el autor: Crónicas de Indias, y biografías del conquistador.
Primero, los cronistas, término que nació en el siglo XII, para designar a los escritores de relatos sobre hechos contemporáneos. En ge-neral, elaborados por encargo de alguna autoridad o institución, a fin de explicar lo recién sucedido en los territorios nuevos para los euro-peos de unas Indias de gran extensión. En ese sentido, las crónicas son fuente principal para conocer la historia de la conquista, y el ulterior desarrollo histórico de virreinatos y capitanías generales del Imperio español ultramarino.
Generalmente, se considera que hay dos grupos de cronistas: los que estuvieron en las Indias y protagonizaron más o menos las hazañas que narran, y por ello mismo con capacidades de transmitir vivencias personales y noticias adquiridas en un entorno vital nuevo y específico. Y en segundo lugar, los que elaboraron sus obras reuniendo información ofrecida en testimonios de los verdaderos pioneros y de papeles oficiales o privados guardados en diversidad de archivos, entre los cuales prevalece el de Indias, en Sevilla. Entre los cronistas, por encima de todos los demás resplandecen Francisco López de Gómara y Bernal Díaz del Castillo, con su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España.
Los biógrafos
En cuanto a los biógrafos de Cortés, tenemos a William Prescott (1796/1859) en el mundo anglosajón, Pereyra y Vasconcelos en el México del XIX y principios del XX, a José Luis Martínez con el traba-jo más cabal en los 90 del siglo XX, y poco después a Jaime Miralles. Para cerrar la selección, el español Salvador de Madariaga, el inglés Hugh Thomas, y el francés Charles Duverger (con toda su polémica sobre Bernal Díaz del Castillo).
Y hechas esas referencias a cronistas y biógrafos, a continuación, un segundo diálogo, de los que estamos publicando, en una selección hecha para los lectores de Tribuna. Como sigue:
- Vd. habla demasiado bien, tal vez, de los cronistas de Indias: ¿no escribieron al dictado de los oficiales de la Corona o de sus propios promotores, como fue el caso de López de Gómara, capellán y cronista de Cortés?
- No crea, y no diga eso de Gómara, porque no fue ni el capellán que dicen, ni escribía al dictado. Los cronistas tenían su amor propio y su cultura, introduciendo de su cosecha, ciertamente, no pocas reflexiones filosóficas, fantasías y fábulas, propias de los li-bros de caballerías y de otras literaturas de su época? Además, son interesantes las contradicciones de unos cronistas con otros, lo que significa una autonomía indudable de tales narradores.
- Y de la polémica de Duverger, ¿de qué lado se pone Vd.?
- No cabe duda de que, con gran atrevimiento, Duverger señaló muchas circunstancias a favor de su tesis?
- ¿Realmente la ha reconocido algún experto?
- Sí, la valoran Hugh Thomas, y Rodrigo Martínez Baracs. Aunque al final ninguno de los dos le dé la razón? Bernal sigue siendo un personaje muy enigmático, pero cierto. Como dijo Martínez Ba-racs, sabía de Don Hernán más que el propio conquistador de sí mismo.
- Entonces, qué me dice Vd.: ¿Duverger tergiversó la realidad o acertó en sus manifestaciones?
- No, no, en absoluto. Subrayó una serie de extrañas circunstancias. Pero era mucho trabajo para Cortés hacer la Historia Verdadera y, al tiempo, ayudar a López de Gómara con su densa crónica. Además, el testimonio de Zorita, de haber estado con Bernal en Guatemala y haber visto el libro en ciernes, eso fue definitivo.
- ¿Y de los biógrafos, qué cabe decir?
- En general, muy bien documentados, y la mayoría favorables a Don Hernán, deslumbrados por su figura y sus proezas. Porque lo cierto y verdadero, es que, en él, la realidad superó a la ficción.
- Y eso ¿no menoscaba la calidad de tales biógrafos?
- Yo pienso que no. Los biógrafos norteamericanos, mexicanos, españoles, ingleses y franceses, casi siempre coinciden en la figura del conquistador como hombre valiente, decidido, culto, generoso. Y, sobre todo, que para él lo más importante no era el oro (aunque no hay duda de que le gustaba mucho, porque lo necesitaba para su emprendimiento), sino conquistar. Además, se enamoró de México y procreó con Doña Marina el primer mestizo.
Sobre el trato del rey-emperador con el conquistador
- ¿Y de las inquietantes relaciones con el rey emperador?
- Siempre muy precautorias por parte de Carlos V, que ya no le recibió en su segundo y definitivo viaje a España. Porque le veía muy inteligente y ambicioso, capaz de alzarse por la independen-cia de una Nueva España, con todos sus amplios e imprescindibles recursos para la Corona. Pero el conquistador, en contra de tales temores, siempre fue leal a su rey.
- ¿Eso es todo?
- No, habría mucho más que decir (y para eso lo mejor es leer el libro entero), pero tenemos que detenernos aquí: Cortés quiso ser enterrado en la Nueva España, porque ya era su verdadera patria.
Seguiremos el próximo viernes, y para cualquier cuestión relacionada con nuestros temas, como siempre, pueden dirigirse al autor a través de castecien@bitmailer.net. Sus observaciones serán bien recibidas.