Floja la corrida de San Antolín, patrón de Medina del Campo, como flojos y sin fuerza estuvieron los toros terciados de Núñez de Tarifa en una corrida que, a juzgar por el resultado de orejas cortadas, más parecería a quien no la ha visto, que la excelencia llegó al redondel que levantó Casares en el Arrabal medinense por donde dice la canción que vienen los toros.
Nada más lejos de la realidad. Este sábado la corrida de Núñez de Tarifa, sin fuerza, ni raza, toros terciados y acusando el largo viaje desde tierras andaluzas a la estepa castellana donde la letra de cambio de Simón Ruiz se hizo verdad inmutable. Lo bueno del caso fue el precio que la empresa puso a las entradas para que los espectadores pudieran cubrir el tendido como hacía años que no veíamos en Medina del Campo.
Estábamos en el primer toro de la tarde cuando a Ferrera, director de lidia y que abrió plaza esta tarde, tras el brindis al público, un vozarrón desde el tendido ocho le espetó: "¡Ferrera!, me aburro" cuando el torero andaba el hombre tirando líneas ante el casi inválido ejemplar en una faena brindada al respetable. Y el diestro ibicenco le contestó mirando al tendido: "Pues cómprate una trompeta". Varias caídas del burel durante el trasteo que debió ser devuelto, llevaron a que Ferrera le despachara de pinchazo y entera. Todo se resolvió con pitos al toro en el arrastre y aplausos y una petición pobre de oreja para el torero.
Ante el cuarto, un jabonero sucio, mejor presentado y con cuajo, aunque como sus hermanos justo de fuerza, puso en función su repertorio amanerado, afectado, rebuscado, pero de toreo con asiento, temple y mando, muy poco. El final de la faena con arrimón incluido hace que la plaza se ponga en pie ovacionando la acción torera. Concluyó con un desplante final ante la cara del toro, tirando los trastos. Con una estocada caída y la levantada del puntillero, recibió dos avisos del palco, en esta ocasión presidido por Pablo Hernández, quien no dudó en otorgarle dos generosas y excesivas orejas por su actuación amanerada en ocasiones, muy característica. El público aplaudió al toro en el arrastre.
Terciado e inválido también el segundo de la tarde, primero de Urdiales, se dio un volteretón que lo dejó mermado y para el arrastre. El toro no podía con su alma y Urdiales lo toreó a media altura en una faena desmerecedora de la emoción que debe reinar en toda corrida. Con despacharlo de una estocada entera le otorgaron una oreja. Con el quinto, de ese número que dicen no hay malo, le dan al toro una vara intensa tras salir de naja del caballo de la puerta al que se fue galopando. Muy bien Urdiales con la mano izquierda en su faena, se lo pasó con temple y cierta gracia, firmando con una estocada entera y otra oreja para el esportón del riojano.
Y Pablo Aguado se las vio con un terciadito toro colorado al que lanceó entre los aplausos pero el toro se cae en una primera parte de corrida de auténtico despropósito. Incluso recibió un achuchón del burel, sin fuerza alguna que en otro caso hubiera dado un disgusto por lesión grave al torero. El palco le entregó una oreja con muy escasa petición del público. Y ante el sexto con la luz artificial encendida y las lentejuelas de los trajes de luces titilando, Aguado puso y dio cierto temple en su faena, toreando muy despacio al animal. Estocada y dos orejas para el sevillano.
En resumen, una corrida que puede parecer triunfal dado el elevado número de orejas cortadas por la terna que propiciaron la salida de los tres toreros por la puerta grande de Medina. Pero lo cierto es que la corrida fue mala de solemnidad, baja de raza, sin fuerza y sin emoción alguna, de las que se olvidan en cuanto uno cierra la libreta de los apuntes.