Licenciado en Periodismo y fotógrafo profesional, Carlos Cazurro (Valladolid, 1975) se ha dedicado durante años a documentar gráficamente fiestas y tradiciones por todo el territorio español, una labor que le ha valido distinciones como tres premios National Geographic de Fotografía. En 2018 debutó en el cine con el cortometraje documental 'El cielo es nuestro techo', tras el cual dirigió 'Isósceles, el último escalerero' (2019), primera entrega de su 'Trilogía de la Carraca', un proyecto ambientado en los Montes Torozos sobre la pérdida de la identidad y el abandono rural al que ha dado continuidad con 'Carraco', su debut en el largometraje, que esta noche se proyecta, a partir de las 22.00 horas, en el Auditorio Fundos, dentro de la sección Castilla y León en Largo, en la 67 Semana Internacional de Cine de Valladolid, que hoy mismo acaba de arrancar.
¿Qué le interesa de la antropología?
Yo procedo de la fotografía y me considero más fotógrafo que otra cosa, pero todo el tema antropológico y etnográfico de las tradiciones y las fiestas populares tiene un componente visual muy poderoso. Empecé con ello hace años, cuando un amigo me dijo que querían documentar la procesión de la Virgen de los Pegotes, en Nava del Rey, y me picó el gusanillo. Me pareció muy chulo y empecé a viajar por todas partes para hacer fotos de otras tradiciones, porque visualmente suelen ser casi todas una pasada.
En 'Carraco' usan un 'tagline' contundente: "Hay cosas que fueron tan nuestras que dejamos que se nos olvidaran". ¿Es casi un leitmotiv vital que le mueve en su trabajo?
Muchas tradiciones y fiestas populares se van perdiendo porque se va dejando para más adelante hablar de ellas o investigarlas, y cuando quieres hacerlo ya no es posible, porque han fallecido los últimos conocedores de esas costumbres. Asumes tanto que algo es tuyo que no te das cuenta de que lo estás perdiendo hasta que no es demasiado tarde. Eso es lo que queremos contar con nuestra película.
Tras haber rodado dos cortos, ¿por qué decidió dar el salto al largo con 'Carraco'?
'Carraco' iba a ser un corto también, pero se nos lió. Fuimos metiendo más cosas que se nos iban ocurriendo y hubo una pandemia por medio que nos hizo replantear todo el guion, porque todo lo que habíamos planificado se fue al traste. Nunca nació con voluntad de ser un largo, ni de estar dos años con él. Al empezar junto a Manuel (Sevillano, el coproductor y director de fotografía), le dije vamos a hacer esto, lo grabamos en dos días, lo montamos en un mes y ya está hecho el corto. Y no fue así.
Define la película como "una fábula rural contada en formato de falso documental".
Es una fábula, como un cuento con un montón de cosas que son ciertas. Hemos creado una tradición falsa y a partir de ahí articulamos un discurso cierto. O sea, no todo lo que se está contando la película es cierto, pero todo lo que se habla es verdad. Hablamos de cómo ha envejecido la población, de cómo la tecnología y los servicios no llegan a los pueblos como llegaban antes, de cómo la gente se desentiende, de cómo los jóvenes miran al futuro y no al pasado... Ahí personas como Miguel Ángel Tapia (presidente de la Federación de Organizaciones Artesanas de Castilla y León, Foacal), Félix Sanz (director del Centro Regional de Artesanía de Castilla y León, Cearcal) o Joaquín Díaz (etnógrafo y musicólogo) articulan el discurso de cómo somos lo que somos porque somos de donde venimos. Y luego hay otra parte que es la de Iván Carlón, que ejerce como narrador, que es quien descubre una tradición que no entiende cómo se está perdiendo y echa el resto para recuperarla. Es un poco lo que sucede con muchas tradiciones, que de repente aparece alguien que es completamente ajeno a ella, que a veces llega incluso de otro país, la descubre y emprende una cruzada para evitar su desaparición.
¿Qué querían transmitir con 'Carraco'?
Que cuando alguien vea la película, sienta que está presenciando algo que no se puede perder. Hemos creado un contexto histórico inventado para que la mentira sea más creíble, para que la gente se meta más en la historia, y poder abordar luego realidades como que los colegios rurales son núcleos vertebradores de la recuperación de las tradiciones. Por ejemplo, la matanza ahora son fiestas populares de interés turístico, pero en verdad la matanza era una fiesta familiar para alimentarte, no para que la gente fuera al pueblo a ver cómo matas un cerdo en mitad de la plaza. Es hacer un parque temático de una tradición que ya no es tal. Simplemente es: te recuerdo que esto se hacía así, pero esto no es así en realidad. Todo se va perdiendo y se va reconduciendo, pero ya no es lo que era. Y es una pena.
¿Qué les hizo decantarse por esa estructura de falso documental, combinando entrevistas con un mensaje de calado sobre otros temas?
Con mis cortos anteriores tuvimos la suerte de poder participar en muchos festivales de corte rural, y lo que hemos visto en ellos es que se cuenta siempre mucho de lo mismo. Cuando hablas de tradiciones perdidas no suele faltar por ejemplo un pastor como referencia de lo que se está perdiendo, y son muy necesarios y hacen mucha falta, pero yo tenía la necesidad de contar algo que fuera diferente: contando lo mismo, pero que a la gente le generase una necesidad de prestar atención. Tú ves un documental de pastores y suelen tener un corte muy pesimista: esto se está perdiendo, qué pena... Te dejan como muy triste, nadie dice: 'Voy a hacerme yo pastor' después de verlos. Yo quería algo que cuando la gente lo terminara de ver, dijera: 'Ostras, qué chulo, esto merece la pena recuperarlo, hay que ir a por ello'. Que la gente saliera con ganas de recuperar, no con tristeza por perder. Es lo que he intentado. No sé si lo he conseguido o no.
El proyecto fue creciendo y rodó en 19 localizaciones de seis provincias (Valladolid, Zamora, León, Segovia, Madrid y Palencia). ¿Qué buscaban con ello?
Nos condicionó la pandemia, pero aunque tiene partes rodadas en otros lugares se presentan como si todo transcurriera en los Montes Torozos y en Toro. Es una historia muy local, pero el tema que trata no deja de ser global: el éxodo rural y la pérdida de la identidad.
¿Y por qué Torozos?
Porque me encanta Torozos. Es una zona de la que estoy enamoradísimo desde hace tiempo. Todos los pueblos: Tiedra, La Santa Espina, Peñaflor de Hornija con su mirador, los palomares, que por desgracia se están derruyendo? Todo eso me encanta, y por tema presupuestario además nos pilla cerca de Valladolid. La geografía y la orografía de Torozos se adecuaban también la historia, porque tenían que ser sitios en los que se pudiera transmitir el sonido porque hubiese mucho eco, y los valles que hace Torozos dan pie a que se propague el sonido de una forma muy curiosa. Se juntó todo y lo adaptamos a Torozos.
¿Y por qué eligió ese instrumento concreto?
Porque un día me regalaron una carraca y pensé que tenía que escribir algo sobre ella. Es un instrumento que me llamó mucho la atención: es muy humilde, y ya cuando empezamos el rodaje nos dimos cuenta de que en todos los pueblos, todo el mundo al que le preguntas tiene una carraca en el sobrado de su casa. Una carraca es un instrumento muy de pueblo, que se usaba antes en Semana Santa en sustitución del sonido de las campanas. Entonces blanco y en botella. Carraca.
¿Cómo eligieron a los entrevistados?
Todo empezó con Miguel Ángel Tapia, que es el presidente de Foacal y es carpintero. Queríamos a alguien que fuera carpintero. A partir de ahí entró Cearcal, contactamos con Joaquín Díaz para contarle un poco la historia y también le encantó. Y luego fuimos construyendo las partes según nos lo iba pidiendo el relato: una historiadora, una lingüista, los colegios, contactamos con una pastora de extensivo... Se fue construyendo todo sobre la marcha. Como iba a ser un corto muy pequeñito, todo fue saliendo. Hemos tenido la suerte de que todo el mundo al que le contamos la historia y le preguntamos si quería participar ha aceptado encantado.
¿Dónde se estrenó la película?
En Burgos en junio, en un festival de cine rural. Ahora acaba de participar en un festival de Macedonia, y nos han invitado en otro par de festivales también fuera que aún no podemos contar. No se está moviendo mal, aunque nos gustaría que se moviera más, claro. Estamos contentos.
¿Cómo recibieron la selección de Seminci?
Con mucha alegría. Además teníamos la espinita clavada de no haber conseguido proyectarlo aún en Valladolid, aparte de un pase privado que hicimos en la sala de Azar Teatro para la gente que había participado. Llevábamos mucho tiempo buscando un sitio donde proyectarlo en Valladolid o incluso en Torozos, pero curiosamente no habían mostrado interés. Nos da un poco de pena, pero estar ahora en Seminci es una alegría. Hicimos la película sin expectativas. Queríamos terminarla porque nos apetecía contar una historia bonita. Manuel, Iván y yo, que somos los tres que hemos estado más metidos en el ajo desde el principio, estamos contentos con el resultado, y a la gente que ha participado también le ha gustado, así que estamos muy contentos. Y ahora todo lo que venga, bienvenido sea.
¿Qué proyectos maneja para el futuro tras esta película?
?Carraco? es la segunda parte de lo que llamamos Trilogía de La Carraca y falta la tercera. Me gustaría rodarla en Torozos, como las otras dos, pero al final el desinterés que están mostrando los municipios de la zona me está haciendo replanteármelo. Me da mucha pena porque los pueblos luego se quejan de que no va nadie a verles, de que no tienen herramientas para darse a conocer, y de que están abandonados, y al final haces algo por tu cuenta, que no les cuesta nada, y no han mostrado ningún interés. Igual nos planteamos hacer la tercera parte en otro lado. Estamos en ello, aún en proceso de guion.