El Lava tomado y otros cuentos

La crónica cultural de Ágreda en su 'Palabras contra el olvido'

Ágreda L.M.
Lunes, 21, Noviembre, 2022
ActualidadDestacado

Para saber las motivaciones del prójimo es aconsejable ponerse en su lugar. Esto es lo que propone el dúo argentino  Sutottos al público que esta tarde ha dejado sus cosas y se ha venido al LAVA para ver un espectáculo transgresor, profundo y divertido en el buen sentido de la palabra. Una aventura teatral que dura 55 minutos y pasa en un suspiro.

A esta gente de Sutottos le fascinan las manchas en la pared, los cumpleaños, los osos de peluche, la felicidad artificial, y sobre todo la realidad desdoblada  y múltiple. Y también las palabras. Palabras que pueblan la sala y se dibujan por las paredes de la Sala Concha Velasco y toman forma en la cabeza del espectador que muchas veces no sabe que pensar.

Que menos es más, eso ya lo sabemos  todos. Andrés Caminos y Gadiel Sztryk (Sutottos) salen con lo puesto al escenario, bueno y con una guitarra al hombro. Pero enseguida conquistan el patio de butacas que les mira embelesados. Esa invitación de espiar lo que hay al otro lado de la realidad se agradece y de qué manera.

 Hacer visible con la palabra y los gestos los secretos del teatro solo está al alcance de unos cuantos elegidos. Sutottos, como el gran Julio Cortázar, son capaces de llevarnos hasta la frontera de lo que puede ser dicho  y a veces logran empujarlo un poco más allá. La imaginación, es la estrella de la noche.

Sutottos juega con la palabra y despierta la imaginación del espectador que empieza a ver cosas, fantasmas que obligan a pensar quienes somos, a donde vamos y de dónde venimos. La invitación que el público recibe con agrado por parte de Sutottos es a reírse, primero de uno mismo y luego de lo que haga falta.

Con cuatro cosas en el escenario y dos luces sacaron 'leche de un botijo'. Pero valió la pena vestirse de explorador y dejarse llevar por el reino del lenguaje, del esperpento y mirarse durante un rato en el espejo. Todos, como decía Cortázar tenemos nuestros dobles.

Sutottos  no dejó a nadie indiferente. El pensamiento y la imaginación del espectador se impregnaron del humor y la socarronería de Inestable, así se llama el espectáculo.

Nos gustaba  la casa porque aparte de espaciosa y antigua (?) guardaba recuerdos de nuestros bisabuelos, del abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.

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