Todas las mañanas del mundo

La crónica cultural de Luis Miguel Ágreda para Tribuna

Ágreda L.M.
Lunes, 28, Noviembre, 2022
CulturaMúsica

Se calcula que el lutier Antonio Stradivari construyó alrededor de mil instrumentos y se conservan más de 600. Esta tarde, aquí en la Sinfónica del CCMM  toca Antoine Tamestit  la viola 'Mahler' construida en 1967  por Stradivari. En esa época hubo una miniglaciación. Los abetos que utilizó el famoso lutier tenían un crecimiento muy lento. Como el clima ha cambiado, la madera es diferente y por eso resulta imposible replicarlos.

Abre el concierto Héctor Berlioz y su Harold en Italia, sinfonía en cuatro partes para viola solista y orquesta op. 16 que es un ocho mil de la música clásica que necesita de un orquesta como la Sinfónica de Castilla y León y un director como Thierry Fischer para coronarla y apreciar toda su belleza, sensibilidad y categoría musical.

El viola Antoine Tamestit, de probada competencia,  se incrusta literalmente entre los músicos de la OSCyL y va proponiendo de manera sibilina una lectura de Berlioz llena de conocimiento y placer.  Hay que aguazar el oído y la vista para saber dónde está Tamestit. Porque la tarea del viola esta noche es custodiar las diferentes notas que ha puesto Berlioz en el pentagrama y fundamentalmente ? esa es su valentía- posibilitar una convivencia armoniosa entre lo que propone el director y lo que toca la orquesta.

Y vamos si lo consigue. Y con nota. La energía de sus gestos y de la música que brota de su Stradivarius llena de color, calor y cantabilidad la sala sinfónica.  Quizás, también esta noche se la podría etiquetar a la OSCyL también de esos tres elementos que la distinguen,  que la posicionan como una de las mejores orquestas sinfónicas del panorama musical.

Llega Thierry Fischer "lesionado" ayudado de muletas azules al podio de la orquesta. Alza los brazos, mira hacia un lado y hacia otro y con un gesto amable ? este director pide todo por favor- se empiezan a escuchar los primeros compases de Una vida de héroe de Richard Strauss. Y aquí entra en liza el concertino de esta noche, Madeline Adkins.

Se percibe una química especial entre Fischer, la orquesta y el concertino.  Sus "solos" de Richard Strauss ayudaron al público a conseguir durante un rato una estabilidad espiritual y emocional que le sirvieron da alivio y de recompensa para afrontar lo que quedaba del día  con esperanza. La esperanza abre el futuro. Es lo único que nos puede salvar y estimular en la vida.

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