Las emociones son mensajes cifrados sobre nuestra forma de estar en la vida que hay que atender para conocernos mejor y nunca se deben tapar porque pueden llegar a enfermarnos y deshumanizarnos, según asegura la pedagoga Eva Bach, que cree que falta mucha conversación sobre "lo que nos pasa por dentro".
Así lo ha relatado en una entrevista con EFE con motivo de la publicación de su nuevo libro 'Cómo cuidar la salud emocional: 100 herramientas para calmar las emociones difíciles' (Plataforma Editorial) en el que la orientadora y terapeuta familiar revela que hay que autoconocerse y comprenderse como primer paso para transformarse.
"Igual que no hay un medicamento que sirva para todo, tampoco hay una sola herramienta para calmar las emociones", detalla la educadora emocional al señalar que "hay muchos tipos -verbales y corporales- útiles en personas distintas y para emociones diferentes".
Pero Bach, advierte de que no vale con calmar las emociones, sino que hay que analizar "lo que nos ocurre y por qué nos sucede tan a menudo: por qué me siento mal, tengo problemas constantes en mis relaciones, voy por el mundo sin aliento o tengo una mala leche que no puedo conmigo", ya que tras ellas se esconden estados emocionales permanentes y de fondo.
EMOCIONES BÁSICAS: EXPRESARLAS Y NO ANESTESIARLAS
La escritora habla de cinco emociones básicas: miedo, rabia, tristeza, alegría y amor porque "son muy claras y muy corporales" y conectan con lo primario, con lo instintivo, con lo que somos como especie y, a partir de ahí, "nos permiten evolucionar hacia la sensibilidad con la mente y el corazón, con la razón y el conocimiento".
Aunque la colaboradora con instituciones de la Generalitat de Cataluña y los gobiernos de Navarra y Aragón recomienda no dar rienda suelta a las emociones en cualquier parte, sugiere actuar con honestidad ante nosotros mismos y las personas significativas en nuestra vida, "porque si no, nos estamos negando".
"Si yo escondo por sistema mis emociones y las anestesio -evadiéndome de ellas, o con pastillas, que se prescriben mucho más de lo necesario- se generan situaciones complicadas y negativas", insiste.
Según Bach, acumular dosis ingentes de tristeza puede acabar desembocando en una depresión, mientras que los miedos existenciales y escondidos reiteradamente llevan a crisis de ansiedad, pánico y fobias, y tapar lo que nos enfurece puede desembocar en una explosión de agresividad descontrolada, "a esas violencias que nadie entiende".
Y destaca que hay algo peor que todo eso, y es que el individuo se desconecta de su esencia y se insensibiliza y deshumaniza, lo que le impide sintonizar con otras personas y con lo que les ocurre por dentro.
HACE FALTA MÁS EMPATÍA
A pesar de que la pedagoga reconoce que la sociedad ha evolucionado "un poco" y se permite más la expresión emocional, afirma que los "estilos emocionales que niegan y reprimen las emociones y no son empáticos siguen siendo los que dominan".
En el libro enumera siete estilos que califica como no saludables, entre los que cita "el que ignora las emociones: no hablemos de cosas tristes porque nos vamos a poner tristes".
Tampoco le gustan los estilos que "las censuran o prohíben" (con frases como "no llores, no te enfades, no te ilusiones o no te alegres demasiado"), el que las desestima ("¡vaya tontería!" o "a mí me pasó algo peor") y el que "las quiere cambiar con cuatro 'tips' para ponerte alegre cuando estás triste sin más".
Dice Bach que también hay que evitar "maximizarlas, ya que encima le pones más leña al fuego" o "proyectarlas fuera en el estilo de chantaje emocional, que responsabiliza al otro de todo lo que pasa: no estoy bien por tu culpa".
Unos estilos que, según la educadora "están a la orden del día", frente al "empático, que te acoge y te dice que tienes derecho a sentir lo que sientes".
LOS MIEDOS EN LOS ADOLESCENTES
Alerta la formadora sobre los miedos profundos y existenciales, relacionados con la muerte, la soledad o ser rechazado, que se despiertan con mucha frecuencia en la adolescencia.
Para Bach estos miedos son mayores, persistentes e intensos si hay experiencias de vida que han dejado una huella traumática de dolor al no haberse podido reparar o resolver.
Por ello, pide que no se deje que los niños se enfrenten solos a los grandes temas de la vida y advierte de que es muy nocivo "silenciar o decir que no pasa nada ante muertes o situaciones complicadas", mientras anima permitir las preguntas o el llanto.
Y en esos procesos recomienda compañía, abrazos y dar mucho cariño porque si el menor se enfrenta solo a ellos empieza su descontento y desamor con la vida, que puede desembocar en algunos de los suicidios de adolescentes.
Aunque subraya que hay muchas causas en los suicidios y son temas complejos, explica que en muchos casos los adolescentes "no pueden con lo que la vida les ha ido trayendo y no han podido transformar, entender o comprender, ni con la que tienen o les espera".
ATENDER LO QUE PASA DENTRO DE LAS PERSONAS
A juicio de la educadora las personas, mayoritariamente, solo quieren contar sus proezas y a veces sus desgracias, pero en "plan victimista para llamar la atención o reclamar el amor, la atención y el consuelo que necesitan y no saben pedir de otra manera".
Pero asegura que no sabemos qué pasa por dentro de la gente con quien tenemos fuertes vínculos afectivos ni cómo están, por lo que recomienda "abrir el corazón", principalmente cuando se trata de relaciones paterno filiales.
"Si no abrimos el corazón a nuestros hijos de pequeños, de mayores van a pensar que no lo tenemos", asegura, mientras detalla que "no se trata de contarles todos nuestros sufrimientos y traumas, sino hablar de lo que nos duele, nos empodera, nos ilusiona y nos desalienta". "Y eso hay que hacerlo en casa", subraya.