Desde siempre han existido en los pueblos, y en Tordesillas no podía ser menos, los llamados HUMILLADEROS, es decir lugares apartados de la población, a la salida de los caminos. Son edificios construidos por las COFRADÍAS para culto de su Santo Patrón y varían en tamaño situándose una cruz de piedra o madera en su cercanía. Es por tanto una construcción religiosa ante la cual el viandante se santigua al pasar, bajando la cabeza o inclinándose.
En nuestra Villa existían las ermitas de Nuestra Señora de la Peña; Nuestra Señora del Arenal; San Roque; San Vicente; San Lázaro; Santa Marina; San Sebastián; el Humilladero de la Cruz (Santo Cristo de las Batallas) y el de las Angustias; Ermita de Santa Cecilia (malparada); San Justo (antes llamada Santa Olalla) y la de San Antón (intra Villa).
Estos inmuebles fueron levantados y a su costa por las Cofradías correspondientes que tenían en sus parroquias varas, libros, documentos, objetos y enseres.
Es evidente que la organización de las Cofradías que tenían entre sus estatutos la de proteger, ayudar, ejercer y defender el culto cristiano y la oración, tienen en su propia raíz la solidaridad humana, el respeto, la ayuda y la atención a enfermos y dolientes, tal y como se especifica en ellas. Por ejemplo, Las Angustias de Tordesillas tenía a su cargo un hospital para el cuidado de niños aquejados del mal de la tiña. La de Santa Marina, hoy propiedad particular, era centro de reunión del conjunto de sacerdotes que oficiaban su ministerio en este pueblo. Y la de la Cruz o Cristo de las Batallas, una casa hospital para pobres...
En fin, todas tenían su función.
Por tanto de las que aún nos quedan en pie, bien está atenderlas, protegerlas y reconstruirlas en la medida en que se puedan aplicar fondos económicos para su restauración, pues son un hito de nuestro ayer, legado por los antepasados tordesillanos.