Dos supervivientes de un accidente en Valladolid: "Una mala decisión al volante puede destrozarte la vida"

Aitor Martínez y Mari Paz González recuerdan lo sucedido poniendo en valor la "fortuna" que supone para ellos poder contarlo

Alejandro De Grado Viña
Lunes, 15, Julio, 2024
Noticias 24 horas

Nunca sabes dónde, cuándo y cómo puedes sufrir un accidente de tráfico. Sin embargo, sí que puedes evitarlo dejando a un lado el alcohol, las drogas, o el teléfono móvil mientras conduces. A estas tres circunstancias se suman las distracciones, ya que las mismas abarcan todo tipo de objetos que pueden destrozarte la vida, la de tu familia, la del resto de tus acompañantes y lo más importante de todo: la vida de las personas contra quienes has chocado sin que ellos tuvieran culpa alguna.

En este último grupo, está incluido, desgraciadamente, Aitor Martínez, agente de la Policía Municipal, que iba montado en su bicicleta aquel fatídico 25 de febrero de 2016 por la VA-30 cuando un camión se estrelló contra él y su amigo, que perdió la vida. El conductor se distrajo con su teléfono móvil a 95 kilómetros por hora. Aitor no se olvida de aquello, aunque se siente un "afortunado" de poder contarlo, ya que, al no perder el conocimiento, recuerda todo lo que sucedió desde el momento previo del accidente hasta el último, que aún lleva consigo por las noches cuando duerme. "Hay noches que estoy durmiendo y me despierto de repente en la carretera chillando, gritando, y sin poder moverme", explica en declaraciones a este medio.

Nuestra siguiente protagonista es Mari Paz González, delegada de la asociación Aesleme en Castilla y León. La joven sufrió un accidente de tráfico en un coche que llevaba su hermano, el cual se despistó a 60 kilómetros por hora en el Camino Viejo de Simancas. Ella no llevaba el cinturón de seguridad puesto porque el vehículo no disponía del mismo y el impacto, por ello, provocó una de las peores consecuencias posibles: no puede caminar. Tiene que ir en silla de ruedas a donde corresponda o con su coche adaptado porque, a pesar de todo, no ha perdido el miedo a coger el volante. "Sufrí una lesión medular y lo que no recuperes en dos años... No movía los brazos, estuve casi dos meses en coma... Mi cara y mi cuello quemados, y mi brazo destrozado", asegura.

Ambos atienden a TRIBUNA en la Cúpula del Milenio porque prefieren evitar pasar por el lugar de los hechos. Los dos lo pasan "muy mal" cada vez que les dicen que la VA-30 o el Camino Viejo de Simancas forman parte de sus hojas de ruta. Mari Paz saca fuerzas donde no las hay para afrontar esa decisión con una sonrisa, pero se niega a tener que pasar por un "ataque de nervios" por ir allí en vez de sortear dicha ubicación: "Mi padre me intentó llevar, pero yo no podía. Aitor hizo lo propio, pero ya le dije que no lo paso bien. No merece la pena". El agente, por su parte, pasa por la VA-30 cuando "no hay más remedio", pero es citar el nombre de la carretera y se le viene el mundo abajo. Cuando pasa eso, él solo quiere pensar "en positivo". "Me levanto pensando que voy a estar un día más con mis padres o trabajando. La vida es un regalo. Intentar ayudar ahora es mi filosofía y tengo que aprovechar todos los días que, quizás, no hubiese tenido", reconoce.

EL CASO DE AITOR: QUERER TRABAJAR PARA VOLVER A VIVIR

Aitor estuvo "18 meses" aprendiendo a andar y le costó mucho recuperar la normalidad, pero lo consiguió. Eso sí, ahora "apenas puede correr" porque se le abre "la cintura". Aun así, echa de menos esa "adrenalina" de poder perseguir a los delincuentes o de salvar la vida a una persona que ha entrado en parada cardiorrespiratoria. Al recordarlo, él mismo lanza una reflexión: "Me he jugado la vida muchas veces innecesariamente. No volvería a hacer esas locuras. La vida me ha enseñado que por llegar antes a algún sitio puedes destrozarte la misma".

El agente recuerda que vio a la actual superintendente del cuerpo, Julia González, en el hospital para saber qué tal estaba. Aitor la dijo que echaba en falta ir a trabajar, aunque "nunca" se hubiese imaginado decirle eso a su jefa. "Me iban a jubilar y quería trabajar en cualquier puesto. Soy un afortunado y creo que me han dado una segunda oportunidad", añade. A Aitor, por fortuna, le ayuda hablar de ello porque está orgulloso, a partir del accidente, de haber enfocado toda su trayectoria profesional a concienciar a la gente.

En cualquier caso, ha tenido siempre un apoyo por parte de su familia y de sus compañeros de trabajo, y eso no lo puede decir cualquiera.

EL CASO DE MARI PAZ: DE QUERER SUICIDARSE A RECUPERAR LA SONRISA

A cualquier ciudadano le gustaría tomar el ejemplo de vida que es, en sí misma, Mari Paz González. No solo por el accidente, ya que sobrevivió cuando todos los factores reunían las razones suficientes como para querer suicidarse, sino porque sonríe montada en su silla de ruedas, aunque la pregunten siempre por lo mismo. No obstante, cada año que pasa es más difícil para ella porque "la vida es muy cruel y un siniestro vial no solo te destroza a ti, sino a toda una familia". Por esa razón, prefirió asumir lo que había pasado sin hacer caso a esa famosa frase que ella niega: "El tiempo todo lo cura". De hecho, ha llegado hasta un punto que incluso se conforma con "un minuto de felicidad al día".

Para ella, donde peor lo pasó fue en el Hospital de Toledo, donde estuvo ingresada. Era muy pequeña cuando tuvo que vivir aquel "infierno" con adultos a su alrededor, ya que no había plantas para niños. Al salir del centro hospitalario, se dio cuenta de su cruda realidad: no podría subir a su casa "porque había escalones"; no podía ir a su habitación "porque estaba arriba"; y solo podía ir al comedor porque ni en la cocina ni en el baño la silla de ruedas entraba. Le tocó depender de su vecino con su madre "enferma". 

En ese momento de la entrevista es cuando Mari Paz se pregunta: "¿Y cuál era la solución?". Ella misma se responde: "Quitarse del medio. Tomarme 400 pastillas y desaparecer". Intentó suicidarse, al menos, dos veces. Sus padres no se enteraron de cómo lo hizo, pero sí su hermano, que llevaba el coche aquel indeseable día: "Mi hermano hizo que me pensara dos veces el hecho de suicidarme. Nunca se perdonó lo que pasó ese día. Era consciente de que iba a hacer algo que no iba a tener vuelta atrás".

Gracias a su hermano, Mari Paz continuó con su vida, pero no fue esa la única razón de querer tirar hacia adelante. La joven asegura que la equitación fue clave en su recuperación. Ella montaba a caballo desde que "tenía dientes". A pesar del accidente, siempre quiso volver a practicar. Su hermano aprendió equitación adaptada y experimentó con ella. "En 15 días con el caballo recuperé lo que había perdido: las ganas de seguir viviendo. Las cuatro patas de esa yegua o de ese caballo se convirtieron en mi libertad y eso no tiene precio", sostuvo. 

Sin embargo, lleva cinco años sin poder montar tras la muerte de su hermano, que era su entrenador. Mari Paz anuncia orgullosa que se volverá a subir al caballo en los próximos días en Coca (Segovia), un día que marcará en rojo en el calendario de su vida.

LAS CHARLAS DE CONCIENCIACIÓN

Aitor y Mari Paz se conocieron en un congreso organizado por la Policía Municipal en 2018, que contó con la presencia de Luis Montoro, catedrático de Seguridad Vial por la Universidad de Valencia. Ella iba a dar una charla y él quería escucharla porque sabía que se iba a identificar con el relato, que es lo mismo que la dijo "minutos después" en la comida. "A alguien se le ocurrió que podríamos dar una charla. Ya en la primera que dimos, sentimos que habíamos confeccionado un equipo único", apuntó Aitor.

Ambos han superado cualquier expectativa que tenían con estas jornadas de concienciación y prevención bajo una premisa: una mala decisión al volante puede destrozarte la vida. De hecho, las charlas se empezaron a hacer "muy virales" y los colegios, poco a poco, fueron enviando cada vez más solicitudes. Aitor y Mari Paz van a colegios concertados, públicos, privados y conflictivos en Valladolid o cuando se lo pide el ejército de tierra y aire, que viajan por España para también concienciar a los soldados. "Toca la sirena, y los niños no se mueven de las sillas. Te dan las gracias por la charla", confesó el agente, reconocido en el año 2023 con la medalla de Oro de Educación Vial por la encomiable labor que hace, junto a Mari Paz. En dicho evento, estuvo presente también el concejal de Seguridad Ciudadana, Alberto Cuadrado, al que agradecen su implicación en el sector. Por ejemplo, y durante este año, han impartido en Valladolid 235 charlas, llegando a un total de 7.350 alumnos de la ESO y ciclos formativos FP. Han estado en siete acuartelamientos militares, ubicados en Oviedo, Munguia o Vitoria, entre otros, dando estas jornadas a 1.300 soldados. También dan clases en centros cívicos llegando a 1.000 personas de la tercera edad.

Un caso que sirve para explicar la razón por la cual dan estas charlas es una llamada de un camionero, que estaba "enganchado" a la marihuana. Gracias a Aitor y Mari Paz, lo consiguió dejar, y cuando llevaba "dos años limpio", sufrió un accidente de tráfico sin que tuviera ninguna culpa, ya que se le empotró un coche con un conductor "que venía hablando por el móvil". "Se mató", añadió. De hecho, cuando cuenta esta historia, le viene a la cabeza el atropello mortal a Estela Domínguez, hija de su amigo Juan Carlos, al que intenta ayudar siempre que puede. Eso sí, ya le avisó de que el asesino no iba a ir a la cárcel porque "matar en la carretera" sigue saliendo "gratis".

En cualquier caso, Aitor y Mari Paz, dos valientes que demuestran a diario lo que han conseguido, deben continuar con las charlas porque merece la pena escucharles, aunque ya con conocerles sea suficiente.

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