Gran noche de fado

Ágreda L.M.
Lunes, 29, Julio, 2024
Cultura

Escuchando cantar esta noche en el Patio del Colegio de San José a la cantante portuguesa -aunque nacida en Sao Paulo- María Emilia el alma se cristaliza con la nostalgia de los sueños perdidos. Uno quisiera sentirse durante unas horas lisboeta y el caso que a poco que ponga de uno de su parte siente que "no está aquí" y "que está allí".

Se palpaba en el ambiente que el último día del Programa A cantar al patio iba a resultar, como decirlo, iba a resultar sorprendente. Como el personaje de Fernanda en Cien años de soledad, "la necesidad de sentirse triste se le iba convirtiendo en un vicio a medida que pasaba el tiempo".  Porque el fado tiene algo de esa alegría que surge después de la tristeza y que le deja a uno pensativo.

Escuchando esta noche a María Emilia uno siente por un par de horas que se ha ocultado del mundo. No me esperaba que la noche se iba a poner a favor del público, pero es lo que tienen las artistas verdaderas, que, como los buenos futbolistas, solo necesitan una oportunidad para meter gol.

Su voz perturbadora te llega y te hace aguzar el oído. Y prestando atención tienes la sensación de que está cantado solo para ti. Exclusivamente para ti. ¿Y qué pasa? Pues muy sencillo, que te alegras haber salido de casa con 38 grados a la sombra a las ocho y media de la tarde y venir hasta aquí y encontrarte con una artista que con el tiempo dará mucho que decir.

Escuchar fado, hay un montón de artistas fantásticos, no voy a dar nombres -no me lo permite mi religión- es una de las buenas costumbres que hay que cultivar; la muerte y la siesta -que diría Borges- son otras.

Acompañaban a María Emilia tres guitarristas excepcionales. ¿Por qué de estos artistas tan buenos no sabemos los nombres y de otros que son tan mediocres nos avasallan por todos los lados para que nos les aprendamos?

Hubo un momento en el concierto que, por decirlo rápido, resultó íntimo. Con sus músicos María Emilia, invitó al público a abandonar las gradas y que se acercaran al pasillo. Allí en el pasillo empezó a cantar y obsequió al respetable un momento inolvidable derrochando dulzura, tristeza, añoranza y saudade par regalar.

Por este momento, María Emilia, siempre te estaremos agradecidos. ¡Viva Portugal!

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