El Bono Cultural Joven, la ocasión perdida

Juan González-Posada
Lunes, 23, Septiembre, 2024

El lanzamiento del Bono Cultural Joven en España en 2022 fue recibido con entusiasmo. La iniciativa del gobierno prometía una ayuda directa de 400 euros a cada joven de 18 años para acceder a productos y actividades culturales, fomentando así su participación en el ámbito artístico y cultural del país, incluido el local. Sin embargo, la promesa se ha topado con un proceso burocrático complejo y retrasos injustificados. Lo que debería haber sido una oportunidad para muchos jóvenes de descubrir o seguir disfrutando de la cultura, ha terminado generando frustración y desilusión.

Desde que se abrió el plazo para solicitar el bono, miles de jóvenes han encontrado numerosas dificultades para completar el trámite. La plataforma digital de acceso al bono ha demostrado ser ineficaz. La complejidad del proceso, los errores técnicos, la falta de claridad en los pasos a seguir y la ausencia de información lo han convertido en un auténtico calvario burocrático para los nuevos ciudadanos de nuestro país.

Muchos de los jóvenes que solicitaron el bono, tras atender las intensas y costosas campañas publicitarias, han estado esperando durante meses, viendo que su solicitud se estancaba en un estado de "revisión" permanente, sin recibir ninguna información adicional. Las instituciones, que deberían garantizar el acceso rápido y eficiente a un derecho como la cultura, están fallando en su tarea, erosionando su confianza en el sistema.  Al no recibir el bono en los tiempos lógicos y a los que están acostumbrados, comienzan a dudar de la eficacia de las administraciones públicas y, lo que es aún más grave, pierden la fe en las promesas que hace los gobiernos. Para una generación que ya enfrenta importantes desafíos en materia de empleo, acceso a la vivienda y estabilidad económica, el fracaso del Bono Cultural Joven es una nueva decepción.

Las políticas que prometen pero no cumplen generan desafección, especialmente entre los más jóvenes, quienes ven en estos fracasos la evidencia de que la política y las instituciones no son capaces de resolver cuestiones sencillas como éstas. Si una medida tan concreta como la entrega de un bono cultural no se cumple, los jóvenes empiezan a preguntarse si otras promesas, más abstractas o complejas, también quedarán en el aire. Esto alimenta una desafección política que puede tener consecuencias duraderas. Cada promesa no cumplida, cada política mal gestionada, incrementa la brecha entre los jóvenes y las instituciones.

Algunos analistas y académicos en el ámbito cultural señalan que el bono podría haber sido una oportunidad ideal para fomentar una relación más profunda de los jóvenes con la cultura y con las administraciones. Si no sabemos cómo hacerlo, cópiese el modelo italiano de bono cultural, antes de los actuales cambios de Georgia Meloni y su Carta Giovani Nazionale. La original "18app" italiana era bastante sencilla de utilizar, con una plataforma que permitía a los usuarios crear un código de barras para los productos o eventos que desean adquirir. O el 'Pass Culture' de Francia que funciona a través de una aplicación móvil, lo que facilita su utilización. Su puesta en marcha para jóvenes a partir de los 15 años ha permitido una mejor planificación y un acceso más gradual y controlado. El Pass Culture se ha integrado también en las escuelas. Los jóvenes no solo tienen beneficios individuales a los fondos, sino que las escuelas también pueden organizar actividades culturales utilizando los recursos del programa, fomentando la participación colectiva y el descubrimiento de la cultura en grupo. De manera que también se accede a la cultura y se promueve a través de la educación y programas escolares.

Las experiencias en estos dos países han logrado revitalizar sectores culturales, como la industria editorial, y fomentar una mayor participación juvenil en la cultura y en la sociedad, aunque también enfrentan desafíos, especialmente en cuanto a la accesibilidad y la distribución del impacto entre grandes y pequeñas instituciones culturales. Además, para evitar el mal uso o abuso del bono, el sistema es transparente y está bien controlado. Las transacciones son monitoreadas, y las compras se limitan estrictamente a productos culturales. Esto ha permitido minimizar el fraude o el uso inapropiado del dinero.

Sociólogos y expertos en educación cultural ven el bono como una oportunidad para formar hábitos culturales en los jóvenes. Sin embargo, subrayan que, para ser realmente efectivo, debe estar acompañado de políticas educativas que fomenten el interés por la cultura desde edades tempranas. Si los jóvenes sienten que la cultura es accesible y valorada por el Estado, por las administraciones, es más probable que desarrollen una conciencia crítica y un mayor sentido de pertenencia en la sociedad. Si se siembra la desconfianza en la democracia, las consecuencias pueden ser peligrosas, ya que pueden volverse apáticos o vulnerables a formas más autoritarias de gobierno, como escribió Hannah Arendt. Por favor, cambien su funcionamiento.

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