La universidad y la cultura

Juan González-Posada
Martes, 22, Octubre, 2024
Actualidad

La relación entre universidad y cultura ha sido históricamente de una interdependencia esencial. Las primeras universidades europeas, como Bolonia (1088), Oxford (1096) y París (1150), surgieron como espacios para estudiar Teología, Derecho y Artes Liberales. Pero no solo educaban a la élite clerical y administrativa, sino que también fomentaban una cultura de pensamiento crítico y erudición. Estas instituciones atraían a pensadores, artistas y filósofos que veían en la universidad un lugar de libertad intelectual. Allí convergían los antiguos conocimientos grecolatinos, la filosofía clásica que había cimentado gran parte del pensamiento occidental, con las nuevas inquietudes del mundo medieval.

En estos espacios se gestaron las primeras grandes transformaciones intelectuales que dieron paso al Renacimiento, cuando el resurgimiento del humanismo hizo florecer el arte, la literatura y la filosofía junto a las ciencias. Posteriormente, en la Ilustración, las universidades se convirtieron en centros del pensamiento crítico y científico, alimentando debates sobre racionalismo, derechos humanos y progreso social.

Durante los siglos XVIII y XIX, con el auge del Iluminismo y el Romanticismo, la universidad amplió su misión cultural. El filósofo Immanuel Kant, profesor en Königsberg, abogaba por una universidad donde la razón crítica y la cultura fueran pilares de la formación de la autonomía personal. La Ilustración fue clave para la modernización de las universidades, consolidándolas como epicentros de conocimiento y de importantes debates sobre el ser humano, los derechos y el avance de las sociedades.

A lo largo del siglo XIX, la creación de universidades modernas como la Humboldt de Berlín reforzó la idea de que la universidad debía cultivar el espíritu humano a través del arte y la cultura. Wilhelm von Humboldt, su fundador, concibió una universidad que integraba la enseñanza y la investigación con la formación cultural de los estudiantes, destacando el concepto de "Bildung", que abarcaba tanto la educación como el desarrollo personal y cultural. Sin embargo, con el avance del siglo XIX, las universidades fueron cada vez más reguladas por los estados nacionales, que las cooptaron para servir a la modernización económica e industrial.

En España, la Institución Libre de Enseñanza (ILE), fundada en 1876 por Francisco Giner de los Ríos, desempeñó un papel crucial en la promoción de la cultura, el pensamiento crítico y la libertad académica. La ILE reaccionó contra las limitaciones del sistema educativo oficial, influido por la Iglesia y el Estado. Adolfo González-Posada, desde la Junta para la Ampliación de Estudios (JAE), impulsada por Giner, contribuyó a una nueva perspectiva universitaria, más moderna y conectada con la cultura europea. En su obra 'La Universidad y la Cultura' (1900 y 1923), reflexionó sobre la importancia de la universidad como institución cultural. Años después, Ortega y Gasset, en su ensayo 'Misión de la Universidad' (1930), advertía del peligro de reducir la universidad a mero centro de enseñanza técnica, desvinculado de su misión cultural y humanística.

La Guerra Civil y la dictadura franquista interrumpieron de manera abrupta esta evolución. Las universidades españolas fueron sometidas a un férreo control ideológico, aunque grupos culturales resistieron al régimen mediante espacios clandestinos de pensamiento y expresión cultural. Con la llegada de la democracia en la década de 1970, las universidades españolas recuperaron su papel como centros culturales y sociales.

Hoy, la actividad cultural en las universidades españolas atraviesa un momento difícil, marcado por una disminución de su relevancia y su conexión con la sociedad. La obsesión con los rankings, por ser citados, o por los Grados, junto a la falta de interés y apoyo institucional académico, ha llevado a lo que se ha denominado una "pobreza cultural" en muchas universidades. Informes como el de la Fundación Alternativas señalan la baja prioridad que se le otorga a la cultura en el sistema universitario español, en comparación con otras universidades europeas. En términos similares se expresa el informe de la European University Association. Frente a esta realidad, es imperativo que las universidades recobren su antigua dignidad cultural. Esto no se logrará solo con buenas intenciones; es necesario transformar, o crear, verdaderos departamentos culturales, que no solo incluyan a personal académico, sino también a profesionales de la gestión cultural, quienes garantizarían la calidad y coherencia de las actividades. Además, la cultura debe integrarse en el currículo académico de las universidades. El reconocimiento académico de las actividades culturales, mediante la concesión de créditos, incentivaría una mayor participación estudiantil, como se ha hecho con éxito en la Universidad de Lovaina.

Es responsabilidad de todos, comenzando por las autoridades académicas, que la universidad recupere su papel como lugar de encuentro, de diálogo, de reflexión sobre las grandes cuestiones que afectan sociedad y a la humanidad. Los informes sobre la importancia de la cultura en la universidad ofrecen un camino hacia la renovación de estas instituciones. Solo así, universidad podrá reconectar con su misión original: ser un faro de conocimiento y cultura en el corazón de la sociedad.

NUESTRA NEWSLETTER

SÍGUENOS