El terremoto que acabó con la vida de más de 30.000 personas en Irán en 2003 fue un punto de inflexión en la vida de la abulense Sara Escudero. En la actualidad es delegada internacional de Cruz Roja Española en Polonia, pero en ese espacio de más de 20 años ha vivido la tragedia humana en lugares como Indonesia, Haití, Bangladesh o Sierra Leona, prestando servicio humanitario en escenarios difícilmente imaginables desde la comodidad de nuestro sofá, y con una actitud y un carácter que reflejan el espíritu de la Cruz Roja en todo el mundo.
Esta trayectoria es fiel reflejo de los valores que Tribuna Grupo quiere reforzar con la convocatoria de los Premios Legado, y por eso Sara Escudero es una de las estrellas que más brillan en el firmamento de esta segunda edición.
PREGUNTA: ¿Cuánto tiempo llevas de delegada internacional en Polonia y cuál es tu labor actualmente en Varsovia?
RESPUESTA: ¡El tiempo pasa demasiado rápido! Ya llevo dos años y ocho meses y me parece que fue ayer. Aunque si echo la vista atrás, han pasado tantas cosas que los dos años parecen toda una vida. La manera de medir el tiempo puede ser en meses o en momentos. Así que, en momentos vividos, me parece una eternidad.
P: ¿Cómo llega una abulense a prestar servicio humanitario tan lejos de su tierra?
R: Llevo muchos años vinculada a las emergencias internacionales, así que he tenido la oportunidad de participar en emergencias en muchos rincones del mundo. Cada emergencia ha sido muy diferente entre sí. En esta ocasión también una vivencia completamente distinta porque he participado en la fase de emergencia, pero a la vez he tenido la oportunidad de trabajar también en otras fases de la operación y no exclusivamente en los primeros meses tras el inicio de la crisis humanitaria en Ucrania. Así que ahí estoy, a 3000 km de mi casa, viviendo una oportunidad única en un lugar de duros inviernos que me recuerda a mi Ávila del alma. Por aquí, ya saben todos dónde está Avila, que en España también hay invierno, que mi ciudad está en la montaña, que nieva (o nevaba mucho) como en Varsovia, y que sus murallas son fuertes, como somos los abulenses.
P: Estuviste en primera línea de atención a los desplazados cuando estalló la Guerra de Ucrania, ¿cómo fue? ¿cómo es la situación que afrontáis actualmente?
R: Si me traslado al invierno del 2022, a los días grises de aquel febrero-marzo, tengo muchos recuerdos en blanco y negro. Era como vivir en una película de la segunda guerra mundial en Polonia. Fue un invierno duro, frío y complejo. Teníamos en la frontera de Polonia y Ucrania unas 20.000 llegadas al día. Un éxodo que para nosotros no es ajeno porque lo vivimos y sufrimos cada día en nuestras costas con la llegada de personas que huyen de diversos y complejos contextos.
20.000 - 25.000 llegadas al día era muy difícil de absorber. Afortunadamente y pese a la dificultad del momento, no teníamos mucha permanencia en la frontera. Los movimientos de Polonia eran relativamente sencillos, aunque encontrar asientos en los trenes era lo difícil. El transporte interno fue gratuito durante mucho tiempo para evitar colapso en la frontera de familias que lidiaban con la tristeza de la huida en pleno invierno y con la llegada "cálida" a otro país. En la frontera se les entregaba bebida caliente, materiales de primera necesidad, información, atención en primeros auxilios... Fueron semanas muy difíciles para todas las personas en Polonia por la incertidumbre, el contexto y el momento crítico vivido. Y a la vez, en la película en blanco y negro aparecen colores, muchos colores liderados por la sociedad que se movilizó para ayudar y abanderar una solidaridad sin precedentes. Espero que esa película a color sea un detonante para todas las crisis humanitarias conocidas y olvidadas que tenemos en el contexto nacional e internacional. Pero mientras eso ocurre, en Polonia hay 956.400 personas que dejaron su hogar y huyeron de la noche a la mañana, buscando un futuro mejor.
Ese es el común denominador de todas las personas que tienen que abandonar su hogar y su vida en la huida a entornos más seguros.
P: ¿En qué situación llegan las personas que atendéis? ¿Hay un perfil determinado?
R: En más de dos años y medio la situación ha cambiado mucho. Hemos pasado de atender en la frontera a atenciones en las ciudades y municipios. La atención tiene un foco más social y a largo plazo. Ya ha pasado tiempo y por tanto se ha adecuado al momento actual y no está tan centrada en la ayuda humanitaria inicial.
Una vez que las personas tienen sus necesidades básicas cubiertas, se trabaja en otros ámbitos como son el aprendizaje del idioma, la atención psicosocial, la ayuda en la búsqueda activa de empleo...
En un primer momento atendíamos principalmente a mujeres con personas a su cargo, en su mayoría niños, niñas y personas de avanzada edad. Personas que salían por sus propios medios y sus propios miedos.
Poco a poco las personas que conseguían llegar a la frontera han estado más relacionadas con personas con capacidades diferentes, dificultad en la movilidad o que necesitaban una atención más personalizada. Los casos de personas más vulnerables han salido más tarde porque eso es también parte de su vulnerabilidad y sus pocas opciones para poder salir del país. Otros muchos casos no han podido llegar a salir del país.
Si pienso en el perfil, te diré que eso sí es determinado: PERSONAS en una situación compleja a las que debemos acompañar en un proceso vital de sus vidas. Que sufren, que luchan, que huyen... Cada persona es diferente, única, vive una realidad compleja... Todo esto es lo que tenemos en común, Personas acompañando a Personas.
P: ¿Cuáles son las principales dificultades que encontráis para llevar a cabo vuestro trabajo? ¿Contáis con la colaboración de autoridades u otras entidades en Polonia?
R: ¿Dificultades? Millones. Organizar, planificar, responder a una misión es muy complejo. Hay que considerar muchos factores, analizar muchas circunstancias, acertar con el camino y adaptarse a cada obstáculo al que nos enfrentamos en contextos muy difíciles de abordar.
En el caso de Polonia, nuestro trabajo se centra en apoyar y acompañar a la Cruz Roja Polaca en las intervenciones que realiza atendiendo a las personas que han huido de Ucrania desde el 22 de febrero de 2022. La gestión de proyectos, planificación y adaptación de nuevas respuestas a una realidad muy diferente a otras operaciones de emergencia.
Todas las acciones se trabajan siempre de manera coordinada, tanto en la fase de emergencia como con la vista puesta a largo plazo. Se trabaja de manera conjunta con muchas organizaciones públicas y privadas. Todo tiene que estar estructurado para llegar al máximo número de personas, y garantizar la calidad en la intervención.
En la mayoría de los casos la principal dificultad es no tener recursos suficientes para atender todas las situaciones o prolongar en el tiempo los proyectos y las actividades. Otras veces las dificultades son el ser el centro de los ataques, donde el voluntariado y el personal laboral del Movimiento de la Cruz Roja y la Media Luna Roja no pueden ser jamás un objetivo. Otras es la indiferencia. Y posiblemente es la que más duele.
P: ¿Cómo se viven desde allí otros conflictos como el actual entre Israel y Palestina desde el punto de vista humanitario?
R: El panorama internacional está viviendo unos momentos críticos en la actualidad. Cada día es un drama y asomarse a las noticias asusta y no ofrece un atisbo de esperanza. Tenemos los conflictos "vivos" no resueltos desde hace años, los odios demasiado prolongados en el tiempo, las crisis olvidadas, las epidemias que no tienen eco en los medios... Es cierto que desde el 2020 con la pandemia mundial, escribimos un capítulo complicado en la historia que nos va a costar "justificar" en el futuro a nuestros nietos. Y creo que no podemos pasar indiferentes por lo que estamos viviendo ni esconder la cabeza como un avestruz. Estamos, somos, sentimos y en nuestra mano está, el poder hacer que nuestro entorno sea cada día un poco mejor, más justo y más solidario.
P: De todas las situaciones que has vivido en tu trayectoria con Cruz Roja, ¿Cuál es la que más te ha marcado?
R: Sería muy difícil elegir una por encima de todas. He tenido la inmensa fortuna de participar en muchas operaciones de emergencia. Las he vivido bajo el agradecimiento profundo de poder ser portavoz de la ayuda en crisis humanitarias complejas. Y digo portavoz porque para que una persona pueda salir en una emergencia, hay mucha orquesta detrás.
Ninguna misión ha sido fácil, ninguna me ha dejado indiferente y todas me han marcado por el contexto, el momento vital o por la complejidad. La primera emergencia en Irán en 2003 marcó por supuesto el inicio de un camino y la nueva visión que te ofrece el participar en un contexto tan difícil como un terremoto. Pero un Tsunami en Indonesia te abre la mente a una emergencia que afecta a muchos países, o una tragedia en Haití que solo acrecienta el drama del día a día. Los mares de plástico de Bangladesh que son un drama en sí mismos con un movimiento de población que es un gran desconocido en el día a día, aunque el drama no sabe de fin. La epidemia de ébola de Sierra Leona, te prepara para otras incertidumbres que ni siquiera sabias que existían en contextos de epidemias muy difíciles de manejar. Inundaciones aquí y allí... Cada una te enseña que la vida es una cuerda floja en la que hacemos equilibrismo. Y cada una te muestra que la verdad no es un único punto de vista, que la fragilidad del instante es cierta, que las personas son personas aquí y allí, con todo y sin nada. Que la dignidad es por encima de todo nuestro objetivo y que cada misión es única y por tanto debes vivirla al 2000% para dar lo mejor de ti y aprender los verdaderos objetivos, momentos y valores de la vida.
P: ¿Qué echas más de menos de tu tierra en el día a día?
R: Te mentiría si no dijera que echo de menos TODO. Soy una persona que se adapta a los cambios con cierta facilidad. Pero echo de menos los pequeños detalles y los buenos momentos que me aporta Ávila. Echo de menos por supuesto y por encima de todo a la familia y a los amigos. Los paseos por la muralla, las carreras por las calles empedradas, el frío, el azul del cielo, el pasear por el Rastro saludando a las personas que conoces, mirar al Pico Zapatero y soñar con Gredos. Navaluenga y sus caminos, el tapeo y el chuletón. Echo de menos todo lo bueno que me aporta Ávila, que es mi ciudad natal y donde afortunadamente vivo.
P: ¿Cómo valoras el papel de los medios de comunicación en conflictos como el que estás viviendo?
R: Los medios de comunicación juegan un papel fundamental en cualquier conflicto. Si no sale en los medios no ha pasado, no existió, no ha ocurrido. En este "partido" donde minuto y resultado son fundamentales, contar, acercar y ofrecer información veraz es clave.
En los grandes conflictos, los medios de comunicación son el trasmisor de toda la información y en muchos casos, los portavoces de la ayuda que se presta en los diferentes países o contextos, tanto internacional como nacional.
Siempre agradezco que los medios den a conocer nuestro trabajo diario, lo visible y lo invisible, pequeño y lo grande. Y, sobre todo, valoro el respeto, que se priorice la integridad de las personas y se visibilicen las organizaciones, que juegan un papel fundamental en las situaciones complejas en las que desarrollamos nuestro trabajo.
P: Recibes uno de los reconocimientos de los II Premios Legado de tribuna Grupo. ¿Qué supone para ti recibir el reconocimiento de un medio de comunicación de Castilla y León?
R: La verdad es que me siento abrumada. No considero que merezca un reconocimiento así.
Siento agradecimiento infinito de recibirlo y la fortuna de poder vivirlo y contarlo. Es un trabajo en equipo de los miles de personas que hacen posible que pueda estar fuera tanto en el plano personal como en el profesional. De los miles de voluntarios y voluntarias que hace que lo imposible sea un poco menos difícil con entrega y cariño tanto aquí como en cualquier lugar del mundo. Es un reconocimiento a otra manera de ver y vivir la vida que está relacionada con los 7 Principios Fundamentales de la Cruz Roja y todos los valores abanderados por la humanidad y la dignidad que todas las personas merecemos en cualquier contexto de la vida.
Este es un reconocimiento con mi nombre y apellidos, pero en realidad es un reconocimiento a la labor de miles de personas, que cada día trabajan por hacer del mundo un lugar mejor.