El valor del tiempo
Pocos rostros del mundo del arte son tan conocidos como el de la pequeña infanta que ocupa una posición central en el célebre cuadro de 'Las Meninas' de Velázquez. Sin embargo, no son muchos de entre quienes por millares contemplan diariamente este prodigioso lienzo custodiado en el Museo del Prado, los que sabrían decir el nombre de la protagonista, y mucho menos están familiarizados con los avatares que le tocó atravesar en su corta vida.
En la historia de la pintura universal, una niña rubia de sangre real de cinco años, que el genial pincel de Diego de Silva Velázquez plasmó flanqueada por sus solícitas damas de compañía en el óleo de 1656 'La familia de Felipe IV' o 'Las Meninas', ha quedado inmortalizada para siempre en nuestro imaginario. Velázquez, pintor de cámara de Felipe IV, la representó por vez primera con apenas dos años, y seguiría haciéndolo a lo largo de su vida. Se llamaba Margarita María Teresa de Austria y nacía en 1651 en el Alcázar de Madrid, primogénita del matrimonio formado por Felipe IV de España, llamado 'El Grande' y 'El Rey Planeta', y su segunda esposa, su sobrina Mariana de Austria, a quienes separaba una diferencia de edad de casi treinta años.
Fue su madrina de bautizo su hermana mayor, la infanta María Teresa, uno de los dos únicos hijos no malogrados fruto del primer matrimonio del rey con Isabel de Borbón, hija de Enrique IV de Francia. Tras la boda de María Teresa en 1660 con su doblemente primo carnal, por parte de padre y de madre, el Rey Sol, Luis XIV, debiendo renunciar por ello a sus derechos dinásticos españoles, se agudizó la cuestión del heredero de la monarquía hispánica, ya que la consanguinidad, generación tras generación, debilitó la descendencia, que fue sucumbiendo en plena infancia: murieron el príncipe de Asturias, Baltasar Carlos, y sus hermanos Felipe Próspero y Fernando Tomás, y la salud del futuro Carlos II, nacido con importantes limitaciones, era extremadamente frágil. Margarita demostró más fortaleza, pues logró superar a corta edad al sarampión, viruelas y fiebres tercianas. Con 10 años, el 21 de noviembre de 1661, fue madrina de bautizo de su hermano, llamado a ser Carlos II, el último monarca español de la Casa de Austria.
La evolución de Margarita desde la niñez a la adolescencia está documentada por varios retratos que de ella pintó Velázquez, para enviar a su prometido a la Corte de Viena. Su mirada y aspecto eran dulces y vulnerables; resulta fácil para el espectador tomarle afecto y sospechar que el artista también se lo tuviera.
Desde la misma venida al mundo de Margarita, las Casas Reales europeas comenzaron a mover sus engranajes diplomáticos para concertar su enlace como asunto de Estado, siendo ella una valiosa pieza del tablero. Los dos mayores focos de poder del momento eran el francés y el austríaco, otra rama de la familia Habsburgo que reinaba en nuestro país. Aparecía como perfecto pretendiente su tío y además primo, el hermano de su madre, Fernando IV de Hungría y Bohemia, destinado a ser Emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico.
Pero el fallecimiento de Fernando en 1654 hizo recaer la sucesión en su hermano Leopoldo, que como tantos segundones iba a haber seguido la carrera eclesiástica. Leopoldo I de Austria, proclamado rey de Romanos en 1658, se prometió a la infanta de España. Y al alcanzar Margarita los 12 años, comenzaron a negociarse sus capitulaciones matrimoniales.
El contrato nupcial señalaba a la infanta una dote de 500.000 escudos de oro de a 13 reales españoles que nunca se satisfizo, como tampoco la dote de su hermana María Teresa, reina de Francia, por la bancarrota de las arcas españolas, inmersas desde hacía muchas décadas en interminables y costosas guerras europeas. El monarca francés esgrimía el impago de la dote como incumplimiento contractual, para reclamar los derechos de su esposa en caso de ausencia de varón en la línea Habsburgo hispana. Y eso fue lo que ocurrió, al iniciarse en España la dinastía Borbón, que llega hasta hoy, siendo su primer monarca, Felipe V, nieto de María Teresa y Luis XIV.
Las capitulaciones matrimoniales entre Leopoldo y Margarita se firmaron en Madrid el 18 de diciembre de 1663. Desde entonces, Leopoldo consideró a la infanta como emperatriz. Sin embargo, la boda por poderes se retrasó casi tres años.
Causa de la tardanza fue el importante gasto que suponían los esponsales y la necesidad de dinero de Felipe IV para la guerra de Portugal. Otra razón, la flaqueante salud de Carlos II que, si moría tempranamente, convertiría a Margarita Teresa en heredera. Durante la demora, el emperador envió a España al pintor Gerard Du Chateau, para retratar a su prometida.
Poco antes de celebrarse la ceremonia por poderes se produjo la muerte de Felipe IV el 17 de septiembre de 1665, lo que obligó a posponerla.
Tras la proclamación de Carlos II en octubre de 1665, Margarita dejó el título de infanta para adquirir el de infante, como primogénita en ausencia de heredero varón. En las capitulaciones no había renunciado a sus derechos dinásticos, como sí hizo María Teresa al casarse con Luis XIV.
El enlace por poderes tuvo lugar en el Salón de los Espejos del Alcázar de Madrid el 25 de abril de 1666, Domingo de Pascua de Resurrección, cuando la infanta contaba 14 años y el soberano 25. Una ceremonia sobria, con la Corte todavía de luto por el rey. Ofició el cardenal Colonna y el duque de Medina de las Torres representó a Leopoldo.
Tres días después, Margarita inició su viaje a Viena, conocido como "jornada", que duró casi ocho meses, el doble de lo previsto. El itinerario por la península recorrió Valdemoro, Aranjuez, Ocaña, Onteniente, Gandía y Denia. La estancia gandiense se prolongó por el retraso con que arribaron al puerto de Denia las veinticuatro galeras que conducirían a la infanta a Barcelona. Posteriormente, Margarita contrajo fiebres tercianas y no pudo emprender viaje a la Ciudad Condal en la nave ceremonial real de España hasta el 16 de julio.
Tras un trayecto de tres días llegó a su destino, aunque allí volvió a enfermar y no reanudó su marcha al puerto de Finale, en la Liguria, hasta el 10 de agosto. Atracaron allí el 20. En suelo italiano se sucedieron los actos de recepción y presentación de sus respetos por los mandatarios de los diversos territorios por donde iba discurriendo la imponente comitiva, que llegó a alcanzar los 10.000 efectivos para garantizar la protección de la viajera regia. En Rovereto se despidió al acompañamiento español y la infanta fue confiada al austríaco. En ese momento, Margarita se despojó del luto.
El encuentro entre la joven y su prometido Leopoldo se efectuó en Schottwien, donde el emperador fue de incógnito, con su séquito privado. Más tarde, en Wiener-Neustadt saludaron a Margarita la emperatriz viuda y sus dos hijas, las archiduquesas Leonor y María Ana, y la novia hizo su entrada en Viena el 5 de diciembre de 1666, vistiendo un deslumbrante traje de piedras preciosas. En la iglesia de San Agustín tuvo lugar la ceremonia religiosa, y en el Hofburg se celebró el gran banquete de bodas.
En la Corte Imperial las festividades nupciales se prolongaron hasta el 24 de enero de 1667, con la representación de La contesa dell?Aria e dell?Acqua. En versión alemana, italiana y española, se envió a las Cortes europeas, como acto propagandístico de poder.
Margarita tuvo a los 16 años su primer hijo, Fernando Wenceslao, que murió a los pocos meses. Cinco días después de fallecer el primogénito, Leopoldo I y Luis XIV firmaban un tratado secreto, que acabó filtrándose en Madrid, reconociendo el derecho de María Teresa a la herencia española, y disponiendo que, en caso de que Carlos II muriera sin herederos, Luis XIV heredaría los Países Bajos, el Franco Condado, las Filipinas, Rosas, Navarra, Nápoles, Sicilia y las posesiones africanas; y Leopoldo recibiría el resto de los territorios hispánicos. Sus mujeres permanecían como ceros a la izquierda en esta componenda.
Los siguientes años, de nuevo la endogamia familiar impidió que la descendencia de Margarita y Leopoldo pudiera arraigar en su plenitud. Tres gestaciones llegaron a término, dos con destino cruel: María Antonia, nacida en 1669 y que alcanzó los 23 años; Juan Leopoldo, prematuro y que sólo vivió unas horas, y María Anna Apolonia, que murió con pocos días.
Durante su segundo embarazo, el 12 de julio de 1668, cumpleaños de la emperatriz, se inauguró el nuevo edificio teatral de la Corte imperial, el recién terminado Theater auf der Cortina, cuya construcción se había iniciado a principios de 1666. Se representó la ópera barroca vienesa más conocida de la época, Il pomo d?oro, que convertía el episodio mitológico del juicio de Paris en un homenaje a la emperatriz, ya que las tres divinidades enfrentadas, Juno, Palas-Atenea y Venus, renunciaban a la manzana de oro en favor de Margarita por las virtudes de esta.
El emperador se había ilustrado en la lengua española antes de la llegada de su esposa. La emperatriz nunca consiguió hablar alemán, aunque trató de aprenderlo. Ésta fue una de las razones que le impidió integrarse en el ambiente vienés. Ante esta falta de adaptación, fue necesario mantener en la Corte imperial un reducto de su séquito español, conocido como 'La Familia'. Además de perseverar en costumbres españolas que contravenían las austríacas, sufrieron penurias materiales, pues su manutención debía correr a cargo de la monarquía española, que no consiguió que los salarios llegaran periódicamente. Las cartas de Margarita traslucían su preocupación por la situación.
La emperatriz era muy aficionada al género dramático. El emperador amaba especialmente el teatro en español, y las obras de Calderón llegaron a Viena, siendo modificadas según las coyunturas políticas de la corte vienesa. Margarita apareció en los escenarios de Viena vestida con trajes de teatro y participó en bailes de disfraces. Fue mantenida ignorante de todos los asuntos de política internacional por su esposo, siendo eclipsada en este ámbito por su suegra, la influyente emperatriz viuda a quien su hijo sí consultaba.
Leopoldo firmaría con Francia un tratado secreto de neutralidad en caso de guerra, el 1 de noviembre de 1670. Mariana de Austria lo descubriría precisamente el mismo día que, sin saberlo, su hija Margarita, agonizante, redactaba testamento. Sería para ella una gran decepción, pues siempre guardó la esperanza de que su hermano Leopoldo compartiera su aspiración de unidad de la Casa de Austria frente al francés.
Embarazada, Margarita no llegaría a conocer a la comadrona elegida por su marido para atender sus futuros partos. Lucía Panesi, la afamada genovesa, había iniciado viaje a Viena, pero cuando llegó, la emperatriz ya había fallecido.
Sus últimos días, Margarita pronunció palabras sobre el desengaño del mundo. Expiraba en Viena en 1673 de las secuelas de su cuarto parto, con 21 años. Paradójicamente, su enfermizo hermano la sobreviviría más de un cuarto de siglo. Reposa en la Cripta Imperial o de los Capuchinos, en Viena.
Su marido volvería a casarse dos veces más, engendrando un hijo varón que heredó su trono y apartó de la sucesión a María Antonia, la hija que había tenido con Margarita. Esta durante casi veinte años fue la sucesora del trono español, reconocida por la corte de Madrid.
Pero aquella archiduquesa pereció por posparto en 1692. Mariana de Austria lucharía hasta el final para que el hijo de María Antonia, José Fernando Leopoldo de Baviera, fuera heredero de España. Desgraciadamente, murió con solo 6 años, en 1699. Un año después, lo hacía Carlos II y, al no haber heredero claro, se abría la Guerra de Sucesión Española enfrentando en nuestro suelo a austríacos y franceses, con el pretendiente galo finalmente ocupando el trono español.
En 1957, Picasso reinterpretaría la imagen velazqueña de la infanta en su serie 'Las Meninas', compuesta por 45 obras, 17 de las cuales mostrando a Margarita individualmente. La historia puede haber pasado ya, pero el arte siempre la mantiene actual.