No habían estado nunca en Valladolid y decidieron aprovechar el pasado puente de la Constitución, en el que se juntaban cuatro días de descanso, para venir a conocer la capital del Pisuerga. El momento y la distancia desde Madrid, donde reside Alberto, valenciano de origen, lo convertía en un destino propicio para pasar estos días con su pareja, Daniel, de Barcelona.
Estaban disfrutando de la ciudad. "Hasta el sábado por la noche, todo había ocurrido con normalidad", relata Alberto. Durante los primeros días de su estancia, disfrutaron de visitas turísticas, incluyendo el Museo Nacional de Escultura y varias iglesias de la ciudad.
El sábado, día 7, la pareja decidió salir a cenar y disfrutar de la vida nocturna de Valladolid. "Como no somos de allí, preguntamos a algunas chicas que habíamos visto en otro bar", cuenta. Estas les mencionaron un bar llamado The Low en la calle Macías Picavea. Sin embargo, el ambiente del lugar no les resultó cómodo y decidieron regresar a su hotel. Fue en ese momento cuando se encontraron con un grupo de cinco jóvenes en la puerta del bar.
"Parecía que se habían ido, y dijimos, bueno, pues vamos a coger un taxi y nos vamos al hotel""Eran españoles y lo que me sorprendió sobre todo es que eran bastante jóvenes, tendrían unos 23 años... se les veía venir, un poco, que querían problemas", describe Alberto. Los jóvenes, con una actitud amenazante, les pidieron un cigarro. Al no recibir lo que pedían, comenzaron a increpar a la pareja con insultos homófobos.
Para tratar de evitar el conflicto, Alberto y Daniel se dirigieron a otro pub cercano y solicitaron ayuda al personal de seguridad quien, en primera instancia, les dijo que estaban cerrando. "Les pedimos que por favor se los podía dejar pasar, porque había unos tíos ahí con un poco mala pinta y que nos estaban increpando. Y entonces estuvimos hablando con el 'segurata' un rato y entramos a hacer tiempo, hasta que vimos que se fueron", relata.
Una vez que pensaron que el peligro había pasado, la pareja decidió salir a buscar un taxi. "Parecía que se habían ido, y dijimos, bueno, pues vamos a coger un taxi y nos vamos al hotel", recuerda Alberto.
Un episodio de extrema violencia
Desafortunadamente, al llegar a la calle Conde Ansúrez, los agresores reaparecieron. "Aparecieron como tres por delante y dos por detrás y vinieron directamente ya a pegarnos", relata. "Gritaron 'maricones de mierda', 'hijos de puta', empezaron a escupirnos", cuenta Alberto a quien, aún hoy, le afecta recordarlo. "Fue tan rápido que apenas nos dio tiempo a defendernos, vinieron a atacarnos por las dos partes", continúa. "Hubo forcejeo y durante el forcejeo me reventaron a mí la botella de cristal en la cabeza. A Daniel también le rompieron el reloj que llevaba y le metieron la mano en el bolsillo para robarle el teléfono. Fue muy violento, yo nunca había vivido un episodio así en mi vida", reconoce.
Fue entonces cuando empezaron a gritar para pedir ayuda, justo pasó un coche, que era un VTC, y en ese momento los agresores salieron corriendo y se fueron. La pareja, con la ayuda de la conductora, llamó a la policía y a una ambulancia. "La policía vino bastante rápido, y junto con la policía llamamos a la ambulancia... Gracias a Dios no he necesitado puntos, tenía un arañazo en la cabeza y hubo un golpe", cuenta Alberto.
Ambos destacan el buen trato de la Policía, así como de la conductora del VTC, entre otros. Sin embargo, la experiencia ha dejado una marca profunda. "Es una pena porque nos estaban encantando la ciudad y estaba todo con normalidad... Pero claro, te vas con esa sensación", lamenta.
"Es una pena porque nos estaban encantando la ciudad y estaba todo con normalidad... Pero claro, te vas con esa sensación"La importancia de denunciar
Las organizaciones locales y nacionales, como Fundación Triángulo, han mostrado su solidaridad y apoyo a las víctimas. La policía continúa investigando el caso con la esperanza de identificar y capturar a los agresores. "Lo que queremos también es que los cojan, que no salga ninguno. No puedes ir por la calle atacando a la gente", concluye Alberto.
La historia de Alberto y Daniel es un recordatorio doloroso de que la homofobia sigue siendo una amenaza real, en Valladolid y en todos los puntos del planeta. Sin embargo, también es una llamada a la acción para que la sociedad no mire hacia otro lado. La valentía de Alberto al compartir su experiencia y la respuesta solidaria de la comunidad muestran que, aunque el camino hacia la igualdad y la seguridad para todos es largo, cada paso cuenta. Y quizás algún día esta pareja pueda volver, terminar su visita y reconciliarse con Valladolid.